Resulta difícil exagerar el valor de la tela en las distintas culturas antiguas de los Andes centrales que juntos crearon una de las tradiciones textiles más estéticamente lograda y técnicamente innovadora del mundo. Telas artísticamente adornadas, siempre fabricadas totalmente a mano y por lo general destinadas a la confección de indumentaria, aparecieron hacia 4000 a.e.c. en la costa del Perú.(1) Durante la era del Imperio Inca del siglo XV, poco antes de la conquista española, ya se usaban textiles elaborados en muchos eventos políticos, religiosos y sociales como indicadores de posición social y riqueza, obsequios estimados y artículos de intercambio, y ofrendas preciosas a las fuerzas sagradas que animaban el paisaje en tiempos antiguos.(2) En vista de la cantidad de ejemplos espléndidos que han sobrevivido de períodos interinos no cabe duda que los textiles gozaban de una importancia similar a lo largo de la historia antigua, aunque la falta de sistemas escriturales indígenas impide ver muchos detalles respecto a significados y usos.
Durante el período de la colonia española los tejedores seguían produciendo textiles lujosos que amalgamaban tradiciones autóctonas y europeas.(3) A partir de entonces la producción de tejidos indígena entró en declive en muchas regiones por razones atribuibles a la conquista, entre ellas una tendencia racialmente motivada de despreciar al oficio textil como no deseable. Pero ese oficio y los artesanos andinos que lo practicaban persistieron y sobrevivieron y, a partir del siglo XX, el tejido experimentó un renacimiento en varios lugares, aunque bajo circunstancias dramáticamente distintas.
Entre los textiles andinos antiguos que se encuentran albergados en la colección Menil, se destaca un fragmento de gran tamaño creado por artistas de la cultura chimú, un pueblo asentado en la costa norte del Perú que, a partir de aproximadamente el año 1000, forjó un imperio que duró hasta fines del siglo XV, cuando los Inca lo incorporó a su propio territorio imperial (fig. 1). El fragmento comprende dos paneles pintados, cada uno con rectángulos concéntricos que encuadran unos hombres que, por estar desnudos y con cuerdas alrededor del cuello, se han identificado como prisioneros. Si bien dos de ellos tienen el cabello despeinado en el estilo característico de prisioneros, otros parecen llevar puesto el tocado en forma de coma o de ola (visto desde una perspectiva frontal y en perfil) que aparece en otras manifestaciones del arte chimú, especialmente en las representaciones de pescadores (fig. 2). Las desperdigadas cabezas separadas de los cuerpos insinúan que los cautivos están a punto de ser sacrificados, una costumbre conocida de los Chimú cuya intención posiblemente consistía hasta cierto punto en equilibrar las fuerzas cósmicas que controlaban los caprichos a veces devastadores de la naturaleza. De los bordes del diseño hacia adentro hay franjas que muestran otros prisioneros, algunos de los cuales aún están vestidos; luego hay unos motivos que parecen serpientes en forma de S; y, por último, animales pequeños, En el panel de la derecha tal vez sean roedores o zorros y en el panel de la izquierda son felinos con la piel en la espalda erizada organizados en pares alrededor de los prisioneros.
Desde principios de la década de 1950, cuando fue descubierta clandestinamente, doblada, en una tumba, la tela por lo general se ha considerado una decoración para colgar en la pared, interpretación fundamentada en las dimensiones y el hecho de que a los gobernantes de los Chimú les gustaban los frisos de adobe para decorar las paredes de los edificios imperiales, incluidos sus enormes palacios o ciudadelas (fig. 4).(5) Según esta mirada, los textiles servían como sustituto efímero de los frisos, tal vez para acentuar el esplendor de los eventos ceremoniales especiales. Pero también es posible que la tela haya servido únicamente como ofrenda o sudario para un entierro debido a la falta de pruebas en cuanto a cómo se hubiera sujetado a la pared—no tiene ataduras ni agujeros en los bordes—y quizás la ejecución apresurada e inacabada que podría haber sido provocada por las exigencias de la muerte.(6)
Algunos expertos han propuesto que las imágenes que aparecen en la tela conmemoran victorias castrenses históricas, tal vez la conquista de los Lambayeque (que también se conocen como los Sicán), un pueblo vecino de los Chimú famoso por sus obras en metales preciosos, entre ellas sus máscaras de oro (fig. 5).(7) Los expertos llegan a esta conclusión porque notan que algunos cautivos tienen los ojos en forma de lágrima, una característica del estilo lambayeque (fig. 6). Futuras dataciones por radiocarbono, que actualmente sitúan la conquista Chimú de los Lambayeque a fines del siglo XIV y la confección de la tela en el siglo XIII, tal vez podrán sustentar esta teoría de manera más firme.(8) Sea cual sea el caso, cualquier lectura deberá tomar en cuenta la probabilidad de que los cautivos son pescadores, debido no sólo a los tocados sino también a la presencia, de vez en cuando, de conchas de ostras espinosas (Spondylus) en forma de W y prisioneros en una postura “hecha ovillo” o en cuclillas, posición característica de los pescadores chimú. Uno de ellos, por lo menos, es un buceador que recogía ostras espinosas (fig. 7, comparar con fig. 2).
Luego del descubrimiento de la tela, Bird reclutó un intermediario para buscar datos sobre la configuración de la tumba. Si bien se desconoce la fiabilidad del boceto que se hizo en aquella ocasión, el dibujo resulta sorprendentemente detallado; representa una cámara funeraria rectangular con paredes de adobe de color rosa (es decir, pintadas) cuyas dimensiones se basaban en múltiplos—aproximadamente 4 metros de profundidad, 8 metros de ancho y 12 metros de largo. Dos escaleras, cada una con siete escalones, conducían a una plataforma de madera que se extendía sobre uno de los extremos estrechos de la tumba; encima de cada escalera estaba el respaldo de una litera que, en vida, servía de modo de transporte acarreado por mozos. Es posible que un respaldo que se encuentra en el Cleveland Museum of Art sea uno de estos dos (fig. 8).(9)
Entre otros objetos que supuestamente se encontraron en esta tumba, cuya nobleza resulta evidente, hay otro tejido que aparentemente hacía juego con la tela de los prisioneros. Conocido como el “Tejido fauna marina” por sus escenas repletas de animales marinos y pájaros, está pintado con colores similares y tiene el mismo formato de rectángulos concéntricos, construcción y altura. Se dice que era muy largo, pero este dato no se ha podido determinar debido a su deterioro; sólo han sobrevivido fragmentos de la obra original (fig. 9). Esta tela con tema marino que hace juego con la de los prisioneros seguramente confirma que los cautivos son pescadores y que, por ende, ambas se refieren al mar, una fuente generosa de recursos y una entidad sagrada venerada a la cual los Chimú tal vez ofrecían sacrificios.