Pasando por todo lo largo de la zona occidental de América del Sur, la cordillera de los Andes atraviesa las fronteras nacionales de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Este extenso sistema de montañas, altiplanos y valles fluviales fértiles separa las densas regiones tropicales del interior del continente de la costa árida y rica en recursos del Pacífico. Esta notable diversidad topográfica encuentra su reflejo en la sucesión de historias y prácticas culturales de los pueblos andinos.
Los Andes centrales—una región cultural que se extiende desde las fronteras actuales del sur de Ecuador al norte de Chile—sustentaban una historia rica e interconectada de civilizaciones antiguas. El sitio arqueológico de Caral en el Valle de Supe, Perú, que data al menos del III milenio a.e.c., representa uno de los primeros asentamientos urbanos y complejos ceremoniales en los Andes centrales y América del Sur. Así como en el mundo andino en general, esta región cuenta con numerosos sitios arqueológicos que presentan una serie de narrativas del pasado. Los nombres de las culturas, civilizaciones o imperios a menudo derivan de los topónimos coetáneos de dichos sitios. En muchos casos, no se conocen los nombres que usaron los pueblos antiguos para identificar las tierras o incluso para autodenominarse. La estratigrafía arqueológica y las continuidades y cambios estilísticos en la arquitectura, los artefactos y la iconografía contribuyen a nuestra comprensión de estas primeras civilizaciones y cómo podrían haberse traslapado e interactuado.
Ya podemos afirmar, por ejemplo, que no existe ningún denominador común que abarque todos los estilos de las distintas culturas andinas, sino que cada una de ellas está vinculada a algunos de los demás en lo que respecta a estilo, técnica o tema en lo que podría llamarse una red de características andinas.(1)
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Desde la década de 1940, los expertos han concebido la historia antigua de las civilizaciones andinas como períodos de expansión y contracción del control político regional cuyos centros y fronteras se vuelven a definir en base a nuevos estudios arqueológicos.(2) Por lo general, la cronología de los Andes previa al siglo XVI se divide en siete etapas históricas principales: el Período Precerámico empezó en el pasado remoto, dejando paso en aproximadamente 1800 a.e.c. al Período Formativo, seguido por los tres períodos denominados Horizontes (Temprano, Medio y Tardío) separados por dos Períodos Intermedios (Temprano y Tardío). Durante los Horizontes, las regiones geográficas se unieron de diversas maneras mediante conquistas militares, incorporaciones políticas y la atracción carismática de religiones. Los objetos, estilos arquitectónicos y/o la disposición de asentamientos encontrados en sitios arqueológicos dispersos en la región fueron similares. La falta de textos indígenas, siglos de saqueo y la destrucción de sitios arqueológicos a raíz del desarrollo urbano y agrícola modernos limitan nuestra comprensión del pasado antiguo andino, pero los descubrimientos arqueológicos constantemente actualizan cómo los expertos interpretan el pasado, incluidas las interacciones entre los pueblos asentados en distintas regiones andinas.
La cultura Chavín (ca. 900–200 a.e.c.), nombrada así en referencia al sitio Chavín de Huantar que fue estudiado en 1919 por el equipo del arqueólogo peruano Julio C. Tello (1880–1947), fue el primer ejemplo de una cultura Horizonte. El siguiente fue el del Medio Horizonte de la cultura Wari (ca. 600–1000), basada en su capital epónima (que también se escribía Huari). Como lo cuenta el libro Wari: Lords of the Ancient Andes (Wari: Señores de los Andes antiguos), la opinión general coincide en que la civilización Wari fue el poder imperial dominante durante el Horizonte Medio y el precursor del poderoso imperio Inca que inició su ascenso al poder en aproximadamente 1400 y llegó a ser la cultura más importante del Horizonte Tardío, período que terminó a mediados del siglo XVI con la conquista española. El descubrimiento en Corral Redondo en el Valle de Churunga, Perú de objetos incaicos juntos con artefactos Wari producidos mucho antes—así como los paneles adornados con plumas de guacamayo azules y amarillas—podría implicar una continuidad entre estas dos civilizaciones y, desde luego, pone en destaque la importancia de los sitios sagrados donde estos objetos fueron enterrados.
Horizonte Temprano | ca. 900–100 a.e.c. |
Intermedio Temprano | ca. 100 a.e.c.–600 e.c. |
Horizonte Medio | ca. 600–1000 |
Intermedio Tardío | ca. 1000–1438 |
Horizonte Tardío | 1438–1532 |
A la inversa, los períodos en el registro arqueológico que fueron interrumpidos por la apariencia de una pluralidad de entidades políticas independientes de influencia regional se consideran Períodos Intermedios. Aunque seguramente seguía existiendo un comercio interregional y otros tipos de intercambio, los eventos culturales importantes se concentraban en regiones más reducidas, como fue el caso con las culturas asentadas a lo largo de secciones de la costa peruana. Muchos de los fragmentos de tejidos, cerámicas policromas y demás obras en la colección permanente del Menil se atribuyen a las culturas del Período Intermedio y, como se explica en otras partes de esta publicación, desempeñaban un papel central en el mantenimiento ritual de la vida y el cosmos. En el norte del Perú, las culturas Vicús (ca. 200 a.e.c.–600 e.c.) y Moche (ca. 100–800 e.c., también conocida como Mochica) florecieron durante el Período Intermedio Temprano. Los objetos más antiguos de los Andes centrales pertenecientes a la colección del museo son unas vasijas cerámicas policromas atribuidas a los Nazca (ca. 100 a.e.c.–800 e.c.) de la costa sur del Perú. Las figuras que parecen peces con dientes muy afilados representadas en el fondo redondeado de la vasija que se ha reconstruido a partir de al menos diez fragmentos, son un motivo común en la cultura Nazca. Se cree que representan orcas, tiburones, delfines o una combinación de éstos y otros animales marinos.(3) En varios casos, a menudo en vasijas con dos picos conectados por un puente—una forma clásica de la cerámica de la costa del sur—la figura parecida a un pez porta cabezas cercenadas como trofeo. Otra vasija Nazca de fondo redondeado está adornada con varios peces pequeños, posiblemente sardinas o anchoas, pintados de rojo intenso alternado con naranja-salmón sobre una banda negra central.(4) Estos artefactos ponen de relieve la astuta observación de la naturaleza de las culturas andinas asentadas cerca de la costa y su dependencia en las ricas fuentes de alimentos del Océano Pacífico.
En el curso del siglo XIV, los Inca conquistaron gran parte de los Andes centrales. Los Chimú de la costa del norte fueron sus contrincantes más acérrimos pero éstos también por fin se dieron por vencidos en la década de 1460.(5) Durante este período los Inca construyeron su magnífica capital, Cuzco, y otras ciudades en su territorio en la cordillera, incluidos Ollantaytambo y Machu Picchu, el famoso santuario real en las faldas orientales de los Andes. Según los archivos coloniales, los Inca se referían a su inmenso imperio con el nombre de Tahuantinsuyu, una palabra quechua que significa “las cuatro partes juntas.” Centrado en Cuzco, este imperio se extendió desde lo que es hoy Colombia en el norte hasta la frontera sur de Chile y hasta las laderas orientales de la cordillera, con redes comerciales que llegaban hasta las selvas tropicales del Brasil.
La llegada de los españoles en 1532 con su mandato de conquista dio inicio a la colonización europea de los Andes. Francisco Pizarro (ca. 1470–1541) y sus conquistadores encontraron a los Inca inmersos en una guerra fraternal entre Atahualpa y Huascar que se disputaban el puesto de soberano (Sapa Inca) del gran imperio incaico. En 1533 Pizarro ordenó la ejecución de Atahualpa, quien se negaba a reconocer a los españoles y pagar tributo.(6) La resistencia a la ocupación extranjera continuó hasta finales de la década de 1570 en lugares de difícil acceso donde resultaba problemática la dominación, pero el reino de los Inca terminó con la derrota de las fuerzas incaicas en las montañas de Vilcabamba y la ejecución de Tupac Amaru por orden del Virrey Francisco de Toledo en 1572.(7)
Los conquistadores españoles y los misioneros europeos transformaron para siempre la estructura de las sociedades andinas. Los muros de piedra de los sitios y centros religiosos preincaicos e incaicos sirvieron como cimientos sobre los cuales se levantaron nuevos edificios coloniales. Los españoles consolidaron su control sobre la región mediante la integración de aristócratas y elites incaicos como administradores (caciques y kurakas) de municipalidades y provincias locales. Los europeos además trajeron esclavos de África occidental y central que formaron parte del sistema racializado y jerarquizado de castas en el continente americano. Los españoles nacidos en España (peninsulares) o en América (criollos) se diferenciaban de la gente de raza mezclada de ascendencia española-india (mestizos, mistis o cholos), andinos indígenas (indios o naturales), africanos de raza mixta (mulatos y zambos) y africanos (negros). Los andinos y africanos esclavizados fueron relegados a los puestos más insignificantes en la sociedad.(8)
La introducción de enfermedades nuevas tuvo un impacto devastador y fue una causa importante del desplazamiento y la migración de las poblaciones durante el período colonial. Otro factor fue la conversión coaccionada de los andinos al catolicismo, aunque la conversión en algunos casos podría haber sido subrepticia o intencional y ventajosa. La conexión inextricable entre la importación de la religión y las enfermedades nuevas se manifestó en el movimiento Taki Unquy en el siglo XVI, un levantamiento contra la imposición y expansión del cristianismo para retomar el culto religioso a las entidades sagradas antiguas (wak’as o huacas).(9) Los levantamientos contra los administradores regionales y los desafíos a la autoridad civil española continuaron rutinariamente durante el período colonial.(10) Después de una década de batallas inconcluyentes contra España, que en aquel entonces estaba aliada con Gran Bretaña y Portugal en una guerra contra Francia, Perú y Bolivia declararon su independencia en 1821 y 1825 bajo el mando de José de San Martin (1778–1850) y Simón Bolívar (1783–1830), respectivamente.
El indigenismo, un movimiento modernista que surgió a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, pretendía elevar los pueblos “indígenas” marginados—los distintos grupos rurales de agricultores y pastores que hablaban quechua y aimara—como el meollo del progreso y la cultura en los Andes. José Carlos Mariátegui (1894–1930), Luis E. Valcárcel (1891–1987), José Uriel García (1894–1965) y otros intelectuales andinos lucharon a principios del siglo XX para valorar la verosimilitud de lo indio a través de sus escritos y sus puestos destacados en las instituciones culturales y políticas. Sus campañas coincidieron con el redescubrimiento de los logros increíbles de las civilizaciones andinas antiguas, como el redescubrimiento de Machu Picchu en 1911 por Hiram Bingham (1875–1956) y el monumento de granito tallado (“Obelisco Tello”) en Chavín de Huantar a cargo de Julio C. Tello en 1919. La fotografía, que fue introducida en los Andes a mediados del siglo XIX, y demás prácticas artísticas fueron herramientas potentes para la visualización del indigenismo.(11) La aplicación equitativa de las ambiciones del movimiento, sin embargo, se vio limitada por la jerarquía racial heredada de la era colonial. Según el planteamiento de Zoila S. Mendoza en la siguiente parte de esta publicación, los festivales religiosos y espectáculos públicos han sido—desde el principio del período colonial—espacios fácilmente accesibles donde los andinos podían enfrentar trastornos sociales y transformar tradiciones impuestas en nuevas formas de identidad y cultural visual. Estos eventos anuales permiten la reorientación del pasado para sucesivas generaciones.(12) A pesar de la distancia cada vez mayor que los separa del pasado andino idealizado, estas historias y reconfiguraciones de la cultura visual siguen repercutiendo en el mundo de los Andes centrales.