El kero, derivado de q’ero en quechua, es un vaso o vasija ceremonial para beber chicha (aqa en quechua), cuyo nombre se refiere a diferentes tipos de bebidas alcohólicas hechas de maíz fermentado y otros granos, frutos y plantas. Los ingredientes, la producción, el proceso de preparación y el ritual de beber chicha han sido medulares en la vida cotidiana y religiosa andina desde tiempos antiguos. Si bien su consumo era generalmente reservada para los hombres de la élite, la producción y labor para preparar las cantidades de chicha necesarias para grandes ceremonias y festividades requería la participación de comunidades enteras y especialmente de las mujeres.(1) Entre los Incas, por ejemplo, el puesto de acllakuna era ocupado exclusivamente por mujeres recluidas, las cuales eran responsables de la producción de chicha y de la creación de prestigiosos textiles para festivales religiosos como la ceremonia de Inti Raymi que marcaba el solsticio de invierno y rendía culto al dios Sol (Inti).*, 144–45; Sara Vicuña Guengerich, “Virtuosas o corruptas: Las mujeres indígenas en las obras de Guamán Poma De Ayala y El Inca Garcilaso De La Vega,” Hispania 96, no. 4 (2013): 672¬–83.“) La importancia política y ceremonial de beber chicha hizo de los keros una forma de arte esencial para la reciprocidad social, la solidaridad política y el alivio espiritual. Previo a la llegada de los españoles, los carpinteros del imperio Inca quienes fabricaban los keros y otros artefactos eran conocidos como querocamayocs, una palabra no solo derivada de la carpintería, sino que también de una herramienta parecida a una azuela llamada llacllona, la cual se utilizaba para tallar madera. La palabra “quero” va incluida en el nombre de dicha profesión, señalando que los keros eran los objetos más importantes producidos por los querocamayocs.(2)
Como indicación del significado sociopolítico que tenían el intercambio y el acto de beber, los keros a menudo se producían en pares o juegos de pares. En el sitio del Cerro Baúl, un asentamiento del Horizonte Medio (600–1000) del imperio Wari, los arqueólogos descubrieron siete distintos juegos de 4 vasos o keros cerámicos policromados durante la excavación de una fábrica de chicha.(3) Pintados con representaciones de deidades y diseños geométricos, estos vasos cerámicos acampanados fueron rotos y enterrados de manera ritual como parte de una ceremonia antes de que la fábrica y el sitio fueran clausurados.(4) Los keros se producían en varios tamaños y formas; también pueden ser tallados en madera, como los de la colección Menil , o fabricados a partir de delgadas hojas de oro y plata. Los orfebres martillaban, estampaban y formaban estos keros metálicos o aquillas convirtiéndolos magistralmente en objetos con formas de cabezas humanas o animales como felinos y monos. Los talentosos orfebres de las culturas lambayeque (sicán) (700-1375) y chimú (1000-1470) produjeron algunos de los más grandes y refinados ejemplos de vasijas para beber de oro y plata. Algunos son grandes y pueden contener casi 62 onzas de líquido. Otros, menos espectaculares, demuestran la destreza de los artistas orfebres para trabajar en una escala más pequeña y crear meticulosas figuras de venados, monos y otros animales, así como rostros humanos que les dan a estos vasos un aspecto más decorativo.
Durante el período colonial, con las regulaciones respecto al oro y plata impuestas por el gobierno español, los artesanos crearon los keros principalmente de madera, grabándolos generalmente de manera sencilla con motivos y diseños geométricos. Los keros con diseños polícromos más barrocos suelen ser incrustados y pintados con lacas y colorantes basados en plantas y minerales como el cinabrio, el oropimente y la cochinilla.(5) Los Incas utilizaban estos mismos colorantes para teñir textiles y también han sido identificados en ilustraciones pintadas en mapas y códices coloniales.(6) Un pigmento polvoroso blanco que se utilizaba para crear nuevas paletas de colores ha sido identificado como “lead white” o “blanco de plomo”, que inicialmente fue importado de Europa y más tarde producido localmente. El cinabrio se mezclaba con el polvo blanco para crear el color rosado que se usaba para pintar la piel de las figuras.
Entre los diseños tallados e incrustados se encuentran diseños geométricos, formas zoomórficas y figurativas, elementos florales y símbolos. Varios vasos presentan múltiples registros horizontales que organizan las decoraciones pintadas en composiciones de escenas figurativas y motivos abstractos. Estos registros también organizan las figuras jerárquicamente, lo cual sugiere cómo estos vasos ceremoniales reflejaban las estructuras sociales de los Incas. En el registro superior de uno de los keros de la colección Menil se encuentra una escena figurativa con músicos flanqueando un arpa cuyas caras han sido pintadas de manera diferente. Aunque llevan vestimentas variadas de tipo español, los tocados que llevan son similares. Otro ejemplo muestra figuras, posiblemente guerreros, llevando un atuendo distintivo y sosteniendo diferentes banderas o escudos heráldicos. Si bien las identidades de estos personajes y las narrativas pictóricas en estos ejemplos son desconocidas, ambas figuras pintadas evocan la función sociopolítica de los keros y del acto de beber chicha.
Imágenes híbridas de naturaleza incaica y europea como estas son distintivas de los keros coloniales y fueron intencionalmente creadas para parecerse al estilo incaico, pero sin revelar mucho del pasado incaico para evadir referencias al paganismo. Junto con otros objetos, los keros decorados con iconografía incaica fueron confiscados por las autoridades eclesiásticas y coloniales para suprimir las prácticas religiosas indígenas y las referencias al pasado que pudiesen fomentar insurrecciones políticas. Por ejemplo, la iconografía incaica jugó un papel importante en una revuelta de gran escala organizada por el cacique Tupac Amaru II (José Gabriel) en 1780.(7) Los keros hechos en talleres por artesanos nativos en las colonias españolas presentaban por lo tanto una iconografía incaica diferente. Por lo general se decoraban con diseños de flores y plantas que aparecían a menudo en pinturas y marcos de la época que posiblemente resultaban atractivos para el gusto español. Sin embargo, estas imágenes poseían un gran simbolismo para la cultura inca.
La flor qantu, por ejemplo, aparece con frecuencia en los keros; era un elemento importante para las ceremonias incaicas antes del período colonial y durante el mismo.(8) Otros motivos en los keros coloniales incluyen imágenes grabadas de caras humanas, jaguares, aves, plumas, formas vegetativas, estructuras geométricas parecidas a las pirámides o escaleras de pirámides, y figuras de personajes vestidos con capas y tocados como imágenes de personas nobles realizando alguna danza o ritual relacionado con el pasado y la cosmología de los Inca. Sin embargo, en lugar de ser considerados como regalos significativos ceremoniales y valiosos, se promovían como artículos curiosos o mercancía para el comercio virreinal.(9)
Otro kero de la colección Menil tiene la forma de una cabeza humana con una nariz prominente, orejas intrincadamente talladas y ojos pintados. Ciertamente, toda la superficie de este vaso estuvo alguna vez pintada completamente. Las tres bandas horizontales de colores pintadas sobre la cara sugieren que este rostro representa a un Anti o Chuncho, nativos asociados con las regiones boscosas del este de los Andes. Aunque ya deteriorado, uno de los registros pintados en la parte posterior muestra figuras de pie sosteniendo banderas heráldicas y elementos florales y otra figura posiblemente postrada entre ellas. El cuello ha sido pintado con diseños elaborados de plantas y flores. Notablemente, uno tendría que tomar este vaso por el cuello para poder beber. Este tipo de kero tal vez sirvió para enfatizar el aspecto autóctono de dichos objetos y convertirlos en artículos exóticos y atractivos para sus compradores (mercaderes europeos) con el fin de identificarlos como artesanías o recuerdos indígenas.
Los keros y sus imágenes representan una rica conversación transcultural. Ya que los objetos tradicionales fueron identificados como parte de la campaña para la “extirpación de las idolatrías” y los rituales antiguos, los keros coloniales fueron adaptados al gusto europeo. Tenían que ser modificados y comercializados para la nueva sociedad virreinal. Hoy en día, los vasos keros aún se producen comercialmente y son utilizados por los indígenas y nativos del Perú. La tradición del kero y la chicha, significativa en los rituales religiosos y la cultura andina, demuestra que después de varios siglos, el arte y las costumbres prehispánicas han resistido, persistido y sobrevivido la colonización y la imposición de una religión ajena.(10) Los legados de la chicha, el tallado en madera y el arte textil junto con la orfebrería, son tradiciones que han logrado subsistir hasta nuestros días.
A pesar de las imposiciones españolas, los keros ceremoniales codificaban y aún codifican significados profundos para los pueblos indígenas que no sabían leer ni escribir y se comunicaban y aún se comunican oralmente y por medio de símbolos. Su iconografía es representativa de los rituales ancestrales, la religión, la sociedad y el poder político y militar andinos. Por lo tanto, los keros son objetos de gran valor cultural que representan una tradición artística milenaria de una de las más grandes civilizaciones del mundo cuyos descendientes aún luchan por sobrevivir y conservar sus tradiciones.